Que todo el mundo sea bienvenido, que los distintos idiomas vuelen de boca en boca, que la vida sea vida, con energía, alegría y bullicio las 24 horas del día. Eso, no aparece así como así, de la nada. No. Eso, se va creando con el transcurrir de los años. Eso, es fruto de su Historia...
Una Historia que empieza antes de ser ella propiamente dicha, en la Prehistoria, de la que dan fe los yacimientos encontrados en las terrazas del río Manzanares y en lugares como Ciempozuelos. Y que sigue por los vestigios que el Imperio Romano dejó en la provincia de Madrid, cuya máxima expresión descansó en Complutum (origen remoto de Alcalá de Henares). En éste y en los municipios de Titulcia y Cadalso de los Vidrios perviven signos de la presencia romana en la Comunidad de Madrid.
¿Y la Edad Media? Los visigodos en Madrid, de la misma forma que los romanos, centraron su actividad en Alcalá de Henares. Y es que la ciudad de Madrid como tal, no surgirá hasta la invasión musulmana de la Península Ibérica.
Lo cierto es que resulta complicado hablar de ella, de la ciudad, antes de la llegada de los musulmanes. Fue hacia el año 865, cuando Muhammad I, hijo de Abderramán II, mandó fortificar la aldea de Magerit. Entonces ya podemos hablar de la villa propiamente dicha. Una villa que hubo de cambiar su nombre, anterior a los musulmanes y que hacía referencia a las aguas del lugar y al arroyo que corría por la calle de Segovia, por el de Magerit.
Más de doscientos años tuvieron que pasar para que, en 1083, el rey de Castilla Alfonso VI, “El Valiente”, consiguiera reconquistar la aldea, sirviéndose de la picardía y la habilidad de un muchacho que logró escalar una de las murallas que protegían la ciudad. Gato era el apodo de este joven y, de ahí, que los madrileños sean conocidos así.
Desde ese momento y durante muchos años, en la villa convivieron moros, judíos y cristianos, mientras la ciudad se iba desarrollando y la fusión de los nombres árabe y romance dio como resultado la primacía del topónimo latino: Madrid.
1202 es el año en el que se otorga el primer Fuero de Madrid que regiría la vida municipal de la ciudad. Ésta se encontraba bajo las órdenes de un gobernador. En 1309, el rey Fernando IV celebra por primera vez Cortes en Madrid. Asistieron los hijos del soberano, el arzobispo de Toledo, nobles y miembros de los concejos municipales. A partir de ese año, Madrid fue lugar de reunión de las Cortes de Castilla en numerosas ocasiones. Para ver el nacimiento de los ayuntamientos habría que esperar hasta el reinado de Alfonso XI (1312-1350).
Los reyes de las distintas dinastías que fueron ocupando el trono de España, comenzaron a sentirse atraídos por Madrid, de tal forma que la villa fue postulándose como futura sede de la Corte. De esta forma, la ciudad inició su crecimiento.
Vendrían primero los reyes de Castilla, Pedro I y Enrique III. En 1477, sería el turno de los Reyes Católicos que dejarían para la posteridad obras como la capilla del Obispo en la Iglesia de San Andrés, la Casa de los Lujanes o la de Cisneros. Además, con ellos, la ciudad experimentó un gran crecimiento hasta alcanzar, a finales del siglo XV, los 3.400 habitantes.
Carlos I también eligió Madrid como destino para disfrutar de cortas estancias y ya, en 1561, Felipe II, enamorado de sus extensos bosques y de su abundante agua, fijó su residencia en la ciudad. A estas alturas, el monarca estaba a punto de ver su sueño cumplido ya que, en 1584, finalizaba la construcción del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Por estas fechas, Madrid contaba ya con 40.000 habitantes.
En 1606, Madrid se convirtió en la sede definitiva de la Corte, bajo el reinado de Felipe III, incrementando aún más su crecimiento. Éste se produjo en solitario, ya que únicamente Alcalá de Henares fue capaz de seguir su estela.
El Despotismo Ilustrado del reinado de Carlos III (1759-1788) llevó el saneamiento de la ciudad a sus habitantes, una reforma de las calles y su pavimentación, mejoras en el alumbrado público y en el alcantarillado y la puesta en marcha o culminación de obras como la Puerta de Alcalá, la reforma del Paseo del Prado o las fuentes de Cibeles, Neptuno y Apolo, para lo que destruyó la muralla musulmana que cerraba Madrid por las rondas de Toledo y Atocha. Además, fijó el Palacio Real como residencia definitiva de los monarcas. Fue precisamente en este siglo XVIII, bajo la dinastía de los Borbones, cuando surge la provincia de Madrid, respondiendo al influjo de la ciudad homónima.
La llegada del siglo XIX, y con él de la Edad Contemporánea, fue sinónimo de sobresaltos para la provincia de Madrid, donde el 2 de mayo de 1808 se inició un levantamiento contra las tropas de Napoleón que desembocaría en la Guerra de la Independencia. Las calles de la ciudad fueron testigos de la resistencia presentada por el pueblo contra los franceses y de los cruentos enfrentamientos. De hecho, hoy en día, muchos rincones esconden pedacitos de estos hechos.
Así, restituido en el trono Fernando VII y tras años de reinado, llegamos al de Isabel II y a la fundamental división provincial de 1833 con la que quedan fijados los actuales límites del territorio provincial madrileño.
Durante el siglo XX, Madrid se fue adaptando a los avatares de la Historia: dos Dictaduras, una República, una Guerra Civil, varios años de Transición y la actual Democracia curtieron la urbe. Testigo mudo del devenir de los años y de los acontecimientos, que padeció en primera persona, la ciudad, y con ella sus gentes, supieron florecer con la llegada de los buenos tiempos.
De este modo, la capital ha llegado hasta el siglo XXI conservando su carácter abierto, su algarabía, su calor, su hospitalidad, su incombustible vida y esa miscelánea de culturas y tradiciones que inunda cada una de sus calles y que, de ahora en adelante, serán los encargados de seguir haciendo la Historia.
Para saber más: http://www.youtube.com/watch?v=CJUlRqFfKOc&feature=related
Y por supuesto no podía faltar un poco de música...
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